lunes, 26 de mayo de 2014

Cien años a través del objetivo


Andrés Bartolomé / Fotos: Marcos López / Vicente Nieto


En la foto de la esquina Vicente Nieto aparece subido en la pilastra de la izquierda. Sentado, Julio Mangada atiende a un paisano. En grande, el mismo rincón la tarde en que Nieto recibió un homenaje en Navalperal

A punto de llegar a los 100 años, ha fallecido en Madrid Vicente Nieto Canedo. Nacido en Ponferrada en 1913, empezó a recopilar imágenes con una Kodak Baby Brownie que le costó 13 pesetas en los almacenes Sepu de Gran Vía, e hizo su primer retrato en 1933. Ahí comenzó un periplo fotográfico que se prolongó hasta 1967.
Administrativo de «El Socialista», su cámara le acompañó en los años de la Guerra Civil por Navalperal de Pinares (Ávila) y los pueblos de la sierra aledaños a El Escorial. Ejerce de taquígrafo, pero se dedica a plasmar imágenes de la retaguardia, con milicianos y voluntarios de la Columna Mangada como protagonistas. Tras la guerra, la afición ha prendido ya de tal manera en el joven Vicente que en 1955 se enrola en la Real Sociedad Fotográfica, con la que recorre pueblos de las dos Castillas. Su mirada particular se posa allí en escenas costumbristas y retratos de grupo cuya originalidad reside en la luz y el enfoque, pero fundamentalmente en una sensibilidad de la que el propio Canedo siempre hizo gala. Este leonés de naturaleza prodigiosa vivió el reconocimiento público en los últimos años de su vida, cuando un grupo de amigos –Amando Casado, Marcos López, Jesús Palmero– despertaron el interés del Ministerio de Cultura, que editó un libro y montó una exposición sobre su obra–http://www.mcu.es/novedades/2011/novedades_Vicente_Nieto.html–. Es en este periodo cuando Nieto regresa, 75 años después, al pueblo abulense que retrató en la guerra para un sencillo homenaje. Pero Navalperal es sólo una escala más del periplo emocional que Vicente Nieto protagonizó estos últimos años, en los que disfrutaba con jóvenes a los que enseñar, desde la más profunda humildad, todo lo que sabía sobre un mundo que había descubierto por casualidad y que abandonó por una crisis de autoestima. «Había que estar ahí, pero también captar ese momento que hace a una foto algo especial», solía decir.
En 2011, cuando formalizaba en Salamanca su legado, alguien le llevó el capote del teniente coronel Mangada, entre otros efectos donados desde México. Con su recato habitual, Vicente rechazó ponerse para una foto la gorra del Ejército Popular de la República de quien había acompañado en la sierra abulense en 1936. El mismo rincón donde ambos fueron retratados entonces por la Kodak Baby Brownie de Nieto permanece hoy inalterable como un decorado huérfano de sus protagonistas.